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blanco

La ansiedad es una cosa curiosa. Se presenta en aquellos días blancos en q uno trae los deberes hechos y frente a sí tiene una variedad de oportunidad q duda en emprender. Y es paralizante. Al final termina uno deseando no tener tantos deseos juntos porque al ser imposible satisfacerlos todos, pues queda sin satisfacerse ninguno.
Uno puede querer ir a tantos sitios y no decidirse por ninguno. Querer ver a tanta gente y no ver a ninguna por motivos tan disímiles como la apatía, la falta de dinero o el exceso de este (q contrariamente a lo q muchos creen, es la mayor causa de avaricia o la tacañería) la simple poca gana de esa otra persona, la pereza, la molicie, la desidia, la televisión, los pendientes q al final tampoco hacemos y podría continuar infinitamente.
Eso es quizás lo malo de los días blancos. Se habla mucho del miedo a la hoja en blanco, q consiste en el escritor y su constante temor a quedarse sin nada q decir. Pues es el mismo sentimiento con los días blancos. Están allí, anunciados desde semanas, meses antes, sin embargo nos cogen siempre desprevenidos, intentando descifrar la mejor forma de sobrellevarlos, obligados al esparcimiento y terminamos siempre derrotados por la nada. La nada q nos enorgullece con frecuencia pero en ocasiones nos abruma.

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