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20080309

Un cuento q encontré.

Lima, 23 de octubre de 2004
Sergio:
Yo no te quiero fallar. Tú me avisaste del jodido concurso y me dijiste que tenía que escribir algo para él, pero yo nunca escribo con plazos y con un número limitado de palabras. Es más nunca escribo, entonces lo único que se me ocurre ahora es escribirte este par de hojas para explicarte por qué es que no debes contar conmigo para cosas de este tipo. Por ejemplo hoy en la mañana fui a trabajar, pero al subir al bus que tomo todos los días para que me lleve hasta La Victoria donde queda mi centro de trabajo, pues qué crees, tres paraderos más adelante, subió Víctor Villarruel, tú lo conoces, el que se fue de la empresa sin entregar todo lo que había cobrado de los clientes y que utilizó esa plata para crear su propia empresa. En otras palabras, un cabal hijo de puta. Y ahora su Hose Belt es más grande que nuestra I.E. Rapagna S.A.C., ¿puedes creer ese tipo de justicia divina? La cosa es que Villarruel subió y no sé si me vio o no, el asunto es que se sentó como cuatro lugares más adelante que yo y aunque debo admitir que por un momento pensé en acercarme, luego saqué cuentas y me di cuenta que lo más que podía lograr era asustarlo o hacer un escándalo frente a un montón de desconocidos y de la plata nada. Así que decidí esperar. Esperar a ver que movimientos hacía. Mientras tanto, continué leyendo la revista que portaba para el camino. Se llama Etiqueta Negra y cada número está dedicado a un tema. El que yo llevaba es el último número y está dedicado a los hechos paranormales. Yo me puse a leer el artículo sobre Sixto Paz y los ovnis. Yo pienso que es posible que haya vida en otros planetas. Alguna vez que nos veamos te preguntaré tu opinión, pues me interesaría conocerla. Pero no debo desviarme del tema. Al fin, cuando el bus llegaba hasta la avenida Colonial, Víctor se puso de pie y por suerte para mis intenciones pues así ya no tuvo oportunidad de notar mi presencia, se dirigió a la puerta delantera del bus. Y se bajó justo donde el bus da la vuelta para retomar Universitaria. O sea que de hecho que se dirigía a Dimos que está unas cuadras más allá. El había trabajado en Dimor antes de trabajar para Rapagna. ¿Tú sabías que este hijo de su madre también se fue debiéndole plata a la señora Sumi? Como trescientos cocos. Entonces, yo no me decidí a bajarme para seguirlo y al final el bus continuó y yo me quedé sin hacer nada lo cual me causó cierta desazón para conmigo mismo porque últimamente estoy con esto de la falta de personalidad que me ronda la mente y cada día es una batalla por demostrarme a mi mismo que hago las cosas que quiero. Recién cuando ya el bus estaba por Tingo María se me ocurrió la idea de llamar a la oficina para que la llamen a Sumi a su casa y le digan que llame a Dimor y pida hablar con Víctor, así como si fuera un cliente de él nomás. Al final no sirvió de nada porque cuando llegue a la oficina, Miguel me dijo que la señora había llamado a Dimor y le habían dicho que Villarruel no había estado por allí, pero que si pasaba por allí le iban a pasar la voz de todas maneras. O sea recontra mecedores los de Dimor.
Probablemente te preguntes porque es que te estoy contando todo esto pero es que yo había fijado para hoy y lo único que quiero que notes es que en todo momento yo tenía en mente el cuento que te había prometido. Tras la explicación, prosigo.
Llegué a la oficina cuando ya eran más de las diez y el Soulseek estaba monse; no bajaba ni una canción. De inmediato desconecté el Internet y conecté mi PC a la red para poder pasar las canciones en MP3 que he bajado en la semana a la PC de Miguel, porque allí está el quemador. Miguel empezó a pasar las canciones pero solo pasar todo el asunto iba a demorar como hora y media. El a las doce cogió sus facturas y dijo que se iba a Iquitos a cobrar. Yo pensaba irme a la hora regular, la una de la tarde, porque quería venir directamente a casa para escribir el cuento y salir de esta tarea de una buena vez. Pero algo sucedió. Es que aparte de lo de Villarruel, yo también llegué tarde porque me fui a tomar desayuno en una fonda que está entre el paradero y la chamba, donde casi todos los sábados almuerzo. Y cómo ya te estarás imaginando esto también me trajo problemas. Había pedido lomo saltado y al probarlo nomás ya quedé decepcionado. Al parecer habían usado demasiado aceite, aparte que los gajos de cebolla y tomate eran enormes y por tal poco provocativos y aunque intenté comérmelos por una cuestión moral acerca de aquello de la gente que se muere en el mundo, al final tuve que hacerlos a un lado. Estaban incomibles. Pero ese no fue todo el problema que me provocó el lomo saltado. Más bien el problema se inició como a las doce y media cuando Javier me dijo que la señora Cucha había venido hoy como nunca lo hace los sábados y había hecho arroz con pollo que junto a los tallarines rojos son lo único que yo como allí porque la tía es medio cochina para cocinar y servir y todo eso. Pedí el arroz con pollo y apenas lo terminé, ya empecé a sentirme muy raro. Me cayó mal, loco, muy mal. Y me fui al baño en busca de soluciones, pero no encontré y en cambio lo que sentía era que en cualquier momento las ganas de vomitar iban a asaltarme así que decidí que mejor era permanecer cerca de algún baño para cuando llegue ese momento. Pero hacía rato que Javier me había preguntado si me iba a quedar hasta tarde en la oficina, porque pensaba traer a su hembra a la chamba y obviamente quería estar a solas con ella. Claro, que él como se cree recontra vivo creía que yo no me había dado cuenta. Yo junté dos sillas y me recosté para dormir un rato. Después el atorrante se puso a presionar para que me vaya y la verdad es que ya la sensación de pronto vómito se me había quitado, pero me pareció tan ridículo que el imbécil estuviera botando a su pata para estar con una hembra que me dieron ganas de quedarme y cagarle el plan. Pero después pensé que iba a dejar de hacer las cosas que tenía pensadas hacer solo por joderlo a él y finalmente lo que haga o deje de hacer Javier hace rato que ya me dejó de importar por diversos motivos que no te voy a detallar. Total que ya eran las tres y yo recién salí de la oficina y me fui al paradero para ir hasta la peluquería del Jr. Lampa donde siempre me cortó el cabello que hace tiempo que quería recortar. En la cúster había una loca con bibidí, un tatuaje en el hombro, gafas de gruesos marcos y las orejas cubiertas por audífonos de los antiguos conectados a un discman. Como yo andaba zarrapastroso y no me había bañado, aparte que estaba con mi casaca sencilla y cara de que el mundo me llega al pincho, sentí cierto interés de parte de ella. Hasta me tocó sentarme a su lado, pero como siempre desde hace varios meses no le dije nada y solo busqué llamar su atención y creo que lo logré porque en un momento se sacó los audífonos y los guardó. Para cualquiera aquello hubiera significado una invitación al abordaje. Yo solo permanecí con los ojos cerrados y cantando canciones de Los Tres que en los últimos días he estado escuchando. Ella se bajó en el museo de arte, así que lo más probable es que se estuviera yendo a la Filmoteca pero esto recién lo estoy pensando ahora porque en ese momento pensé que seguramente se bajó allí porque está tomando alguno de las decenas de cursos que allí se ofrecen. Yo me bajé recién en Bolivia y caminé las dos eternas cuadras hasta la peluquería. Fue bueno que no hubiera ningún cliente porque me atendieron de inmediato. Mi vieja conocida Tania fue quien me cortó el cabello pero no inicié ninguna conversación porque yo lo único que quería era salir de allí lo más pronto posible para ver si escribía el cuento que te prometí.
Luego me vine para la casa, todavía con la idea de escribir el cuento, pero cuando llegué me di con la sorpresa que en Europa Europa estaban dando una de Truffaut, de la saga de Antoine Doinel. Esa en la que Antoine le saca la vuelta a Christine con una japonesa y se separan y al final regresan. Es buena, te la recomiendo si es que no la has visto. Toda la saga de Antoine Doinel es buena, ya desde Les quattre cents coups, con Antoine niño. Esto duró una hora y media, y luego, cuando ya estaba por apagar la tele por pura curiosidad cambié de canal y en Cinemax estaban dando algo así como un documental sobre la obra de Tarantino. Me quedé pegado una hora más y luego vino mi papá y me dijo que estaba jugando la U y nos pusimos a ver el partido y sin darme cuenta ya eran las diez de la noche y continuos bostezos me indicaban que estoy demasiado cansado para escribir cuentos. Pero está mi insomnio que mal que bien yo lo considero como mi cuota diaria de energía que nunca me falla. Lo padezco ya hace un par de años y no he intentado combatirlo de ninguna forma porque a veces me resulta muy útil. Como ahora por ejemplo. Traté de avanzar algo en la lectura de Las Mil y un Noches. Nada. Releer Nación Prozac. Nada. No lograron distraerme y la única actividad que me pareció medianamente satisfactoria fue ponerme a pensar en lo que te iba a escribir para sacarme de encima este compromiso francamente molesto que hice contigo acerca de presentar un cuento para el famoso concurso. Porque ya para esas horas mi decisión estaba tomada: no voy a escribir ningún cuento para ningún concurso. Definitivamente podría ahorrarme todas estas palabras con solo decirte que me disculpes porque no me encuentro con muchas ganas de escribir nada por ahora y que si quieres que se presente algún cuento a algún concurso tendrás que escribirlo tú mismo. O presentarte a Javier. El también escribe y tal vez sí quiera hacer lo que yo no quise o no fui capaz de hacer. O también podría simplemente decirte que te vayas a la mierda como siempre te digo que hagas y nunca me haces caso. Sí, creo que mejor eso haré. A ver: Sergio, ANDATE A LA MIERDA. Tal vez esta vez me hagas caso.
Son mis sinceros deseos
José

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