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esa música

Los sonidos, como los olores, no son otra cosa que sensaciones invasivas fugazmente inevitables. Podemos escoger no mirar cerrando los ojos; no tocar alejándonos de algún contacto indeseado; cerramos la boca y podemos evitar un sabor indeseado hasta la inanición. Pero al tapar oídos o nariz, igual y sin remedio acabaremos siendo invadidos a través de este par de pusilánimes órganos por lo que sea que sea en la atmósfera inmediata, aun contra nuestra mejor organizada voluntad.

Los sonidos, la música...

Nuestro gusto musicar resulta inevitablemente formado (deformado, conformado, uniformado) en su etapa más primitiva por aquellas melodías que incendiaron los oídos de aquellas(os) a quienes fuimos encargados en los años más inconscientes de nuestra niñez.

Reaccionamos sin quererlo ante melodías aparentemente inofensivas, recordamos letras completas sin haberlas jamás memorizado de manera voluntaria y nuestra sensibilidad se despereza al reconocer sonoridades perdidas en cualquier celda subestimada de nuestro pasado.

A este descubrimiento inicial sucede entonces la oculta afición vergonzante y solo desatada en nuestra privacidad más protegida. Más adelante, esta termina por volverse aceptación disfrazada de excentricidad para hacerla más digerible hacia nuestros compañeros de ocasión. Luego nos reafirmamos en estas sensaciones para llegar a descubrir que no estamos solos y que no somos más que parte de un fenómeno generacional que se libera en karaokes y baños de ducha donde volvemos a sentirnos esos pre-escolares sin mayor preocupación que hacer que nuestros semejantes hagan nuestra voluntad.

Así cogemos reales e imaginarios micrófonos para reivindicar esa música a la que hemos negado mil y tres veces en nuestro cotidiano parricidio adolescente. El rock fue la locura y su liberación, esto es la paz...

Así pues, amo a José José. Camilo Sesto no me deja indiferente, canto junto a Roberto Carlos e intento imitar la voz de Julio Iglesias cuando en cuestión de amores nunca aprenderá.

Todos hombres que enamoraron amas de casa encerrados desde esa magia llamada radio.

Música maravillosa... música música música, suban el volumen que va llegando la hora de almuerzo.


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